Secreto en el vestuario


Cuento: Diego López – Fotos: Horacio

Bajo la lluvia termina el partido de rugby. Abucheados y llenos de barro los jugadores locales regresan al vestuario. Perdieron por más de veinte puntos. Encima el periodista Santiago Montoya no dejaba de criticarlos por el canal Siete.
-¡Aire!
-Estuvieron desastrozos. Se dejaron bailar. No veían el balón ni teniéndolo en las narices. Parecían espantapájaros rellenos de troncos en vez de paja. O están desconcentrados o son unos desnutridos. Fue el peor partido que ví en mi vida.
-¡Tanda!
-¡Dónde está mi asistente!- Le grita Santiago a su micrófono. Por el auricular su jefe le responde:
-Si te referís a Dieguito López, está conmigo haciéndome un servicio especial. Cuando termine te lo envío.
En el cuarto de control, rodeados de monitores y tableros, entre las piernas del jefe de Montoya, Diego López está ejercitando los labios con una pija tremenda, al palo, con sabor a fresa.
-Haaaa, Dieguito López, así, hundí mi pija en tu boca. Haaaa, es toda tuya López. Haaaa…
La boca de López le saca brillo a esa pija y suspiros de placer a su dueño. ¿Cómo puede sentir placer con algo llegándole a la garganta? ¿Cómo puede gozar chupando la misma piel arriba y abajo tantas veces seguidas? Su lengua cosquillea acariciando la dura pija. Sus manos transpiran agarradas a las piernas de ese macho. Sus oídos se regodean escuchando los gemidos que puede provocar con esa acción repetitiva de ir y venir a lo largo de esa poronga. Abre los ojos cada tanto para mirar de reojo a ese macho que tiembla mientras se apodera con la boca de su pija. Con esa pija en su boca se apodera de la hombría del otro y cuando llega la eyaculación traga con sumo placer lo producido por su macho, convencido de hacerse más hombre con cada gota. Gotas que se incorporan a su sangre, a su piel. Diego transpira semen.
Mientras tanto Santiago Montoya trata de hacer la nota de vestuario. Va a ser difícil entrevistar a un jugador después de las duras críticas que vertió. Su camarógrafo lo sigue y se distrae apuntando traseros de shorcitos ajustados.
-¡Alejandro! Apuntá para acá. ¿Entendés? Primer plano acá.- Le grita Montoya, mientras se señala la cara.
Llegan al pasillo que va directo al vestuario y se cruzan con el entrenador.
-¿Qué se siente ser el responsable del peor partido de la historia?
El entrenador lo mira serio, mueve la boca sin llegar a abrirla, como refunfuñando. Levanta el puño pequeñito a la vista de Montoya, pero se va agrandando a medida que se acerca a toda velocidad a su cara y todo se le oscurece de pronto. La cámara de Alejandro sigue atentamente la caída y cómo el ojo cerrado de Montoya se va inchando y coloreando levemente de morado. Veinte minutos después Santiago despierta. Alejandro lo sigue apuntando con la cámara.
-¡Salí boludo!
-El vestuario está cerrado y no me parece buena idea tratar de entrar. Además mientras dormías se fue la mitad del equipo.
-¿Quién te pidió la opinión a vos? Sostené la cámara y listo. Ese es tu trabajo. Si al menos mi asistente estuviera aquí.
Entonces reconoce a un amigo de la infancia que es ayudante del entrenador. Se le acerca por detrás y lo agarra apoyándole el bulto.
-Hola Pollito. ¿Te acordás de mí?
-¡Pero soltá che!- se separa El Pollito.
-Abrime la puerta del vestuario, es todo lo que pido.
-Ni loco. Me achuran si te abro.
-¿Querés que le cuente a tu esposa cómo me la chupabas cuando te quedabas a dormir en casa?
-¡Callate! Éramos pibes en esa época.
-Bueno, vení. Te abro, pero no quiero que sepan que fui yo.
Pollito abre la puerta con su llave. Montoya y Alejandro entran sigilosamente mientras Pollito la vuelve a cerrar y se aleja. Alejandro hace tomas del jugador Julio en la ducha. El agua le acaricia el culo. Sus manos se mueven con gracia mientras enjabona sus brazos, piernas y cintura. Se le cae el jabón y cuando se agacha a buscarlo Alejandro hace foco en el orto que se muestra en toda su expresión.
-Alejandro, vamos a salir en vivo en unos minutos.
Alejandro hace plano en Montoya. Ernesto, Ezequiel y Bautista se percatan de la presencia del periodista.
-¿Qué estás haciendo acá adentro, forro?
-La gente tiene derecho a enterarse de todo, no se puede ocultar la verdad en el vestuario. Muestren la cara.
-¿Sabés qué te vamos a mostrar a vos? El choto- dice Ernesto tomándose el bulto.
-¿Y si le damos pija para que se deje de hablar pavadas?
-Vamos a cogerlo.
Se acercan a Montoya amenazadores y apenas cubiertos con una tohalla o un slip.
-¡Alejense! Soy periodista, no pueden hacerme ésto.
Lo toman de los brazos y lo llevan contra la pared.
-¡Alejandro ayudame!
-No puedo, tengo uno atrás mío. Además mi trabajo es sostener la cámara.
Julio lo tiene tomado del cuello, desnudo y mojado, le apreta la verga contra el pantalón.
-Vos sos mío- le susurra Julio al oído- Dejá la cámara ahí y vení para acá.
La cámara queda en el suelo enfocando a los otros tres rugbiers con Montoya. Uno le baja los pantalones y los otros dos lo tienen bien sujeto. Ezequiel le mete un dedo en el culo.
-Qué rico culo que tenés Montoya, va a ser mío.
El fuerte dedo va abriendo el agujerito virgen de Montoya. Ahora Ezequiel se aferra a sus piernas para pasarle la lengua y lubricar con saliva todo el culo. Le parece delicioso y mete la lengua profundo para llenarse de ese olor y ese gusto que lo excita tanto. Montoya forcejea pero no puede zafarse. Uno le dice en el oído:
-Así que somos espantapájaros en la cancha, ahora vas a ver lo que somos en tu culo.
Montoya tiene la boca sellada por una mano enorme, los brazos sujetos y los cachetes del culo abiertos mientras Ezequiel le empoma la pija húmeda y sólida como un hierro. Con varios empujones logra metérsela entera y siente una gran excitación en los huevos. Lo entra a coger con furia.
-Estos son los veinte puntos que nos sacaron de ventaja y que nos echaste en cara. Ahora no sos tan gallito. Tenés el culo apretado pero te lo voy a aflojar todo.
Montoya está transpirando. No forcejea más. Ernesto le saca la mano de la boca y le estampa un beso, su lengua juega con la de Montoya que no se resiste, convencido de estar vencido. Bautista le acaricia las tetillas y le desabrocha la camisa. Ezequiel sigue cogiendo con fuerza el culo de Montoya.
La cámara va tomando la escena como si fuera una película porno. Atrás de la cámara están Alejandro y Julio. Julio lo desviste suavemente mientras posa sus labios sobre los de él. Sus dedos desabrochan los botones de la camisa bajando lentamente. Sus labios dan pequeños piquitos en los labios de Alejandro. Sus dedos desabrochan el cinturón y el pantalón cae. El calzoncillo de Alejandro está mojado por la excitación. Julio baja para pasar la lengua por el slip. Acaricia la carne a través de la tela. Sube de nuevo pasando la lengua por la piel de Alejandro desde el ombligo hasta el cuello, dando unas vueltas por las tetillas. Lo besa de nuevo, esta vez más apretado y tocando la lengua del otro tímidamente. Lo abraza con fuerza y penetra con su lengua la boca de Alejandro que se deja explorar. La saliva fluye como una eyaculación cristalina. Abajo sus pijas se acarician y se tocan experimentando su firmeza y placer propios. Julio le muerde el mentón y Alejandro lanza un gritito. Julio se arrodilla, deja libre la pija de Alejandro y la hace presa de su boca. Su boca jugosa se llena con los jugos de esa pija. Succiona con placer mientras su lengua golpea el glande y el tronco en derredor.

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Ezequiel acaba en el culo de Montoya. Saca la pija mojada con olor a ojete y se la ofrece a Montoya para que se la chupe. Éste lo hace con algo de asco al principio, pero sin negarse, primero la punta tragando algo de semen y empezando a tomarle el gusto. Lo cogida lo motivó y está dispuesto a disfrutar de los tres machos que tiene al lado. Se traga toda la pija y mueve su cabeza para darle más placer a Ezequiel. Bautista mientras le chupa el culo para saborear el semen de su compañero. Ernesto se pajea mirando cómo gozan. La pija de Bautista está lista para penetrar a Montoya. Apunta y entra, está bien lubricada. Entra y sale agitando los huevos. Ernesto acaba y toda su leche va a parar a la espalda de Montoya.
-Dejá que me la chupe a mí.- Le pide a Ezequiel. Intercambian lugares y ahora Montoya chupa la de Ernesto, dispuesto a hacerlo acabar de nuevo.
Ezequiel acaricia los huevos de Ernesto y le toca el culo.
-Ojo vos, he- le dice Ernesto- mi culo no.
-Me gusta tu pija Ernes, nunca te lo dije.
Ernesto lo mira incrédulo.
-¡Ponete contra la pared y te la doy ya!
Ezequiel se apoya en la pared y se abre el culo con las manos.
-¡Qué bien la chupás Montoya! Me vas a hacer acabar de nuevo.
La saca de la boca de Montoya y comienza a penetrar a Ezequiel, su culo se resiste un poco. Montoya empieza a gemir fuerte ahora que tiene la boca libre, por atrás le da con fuerza y persistencia Bautista.
Ernesto ensarta a Ezequiel y lanzan suspiros al unísono.
-¡Cómo quería hacerte esto! Hace rato.
-Sos el mejor del equipo. ¡Te quiero Ernes!
-¡Te voy a hacer puto! De tanta pija que te voy a dar, vas a ser mi putito.
Mientras tanto Alejandro le entra al culo de Julio. El rugbier de temperamento más suave, contenedor y afectuoso que sus compañeros, tiene el culo más firme.
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Diego López llega al estadio de rugby para asistir a Santiago Montoya que parece tener algunos problemas. Luce un shorcito blanco muy cortito y su paso agitado hace que se le vea algo de su colita. Cuando llega a la puerta de vestuario y empuja la puerta cerrada, su shorcito tiembla como sus cachetes. No pasa desapercibido por el entrenador que va pronto a ayudarlo, lo arrincona contra la puerta y con una mano mete la llave, con la otra se mete debajo del short para acariciar la piel más íntima del asistente.
Abre apenas la puerta y Diego López ve a Alejandro con Julio a todo galope, igual que Ernesto con Ezequiel, y a Santiago Montoya saltando sobre la poronga de Bautista que está en el suelo y parece no acabar nunca, incansable. Se anima a entrar, el entrenador por detrás, dos pasos y ya tiene el short en las rodillas, tres pasos y los brazos del entrenador lo atrapan como un pulpo y lo apretan apasionadamente. La gorda pija va a encontrar refugio en pocos segundos, mientras las bocas se retuercen una contra la otra, las manos de Diego acarician las canas del entrenador que huelen a sexo fuerte.
De pronto sus pies no tocan más el suelo.
-Tres, dos, uno. ¡Aire Montoya!

One Response to “Secreto en el vestuario”

  1. EL MONITO Says:

    Este cuento está perfecto, me trajo muchos recuerdos de cuando jugaba al rugby, y por supuesto ya me gustaba la fiesta entre machos.
    Aprovecho para saludarlos y felicitarlos por la página.

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